La
coyuntura es difícil. Las noticias (¿información?) así lo indican. Y ante esta
realidad aparente los propietarios de las PYMES inteligentes buscan sumar a su
causa a gente que les pueda aportar una visión más clara o una capacidad de
actuar de forma que se alivie, mejore o despeje su situación hacia este
horizonte mejor y deseable. Lamentablemente en este punto no todos tienen la
claridad de raciocinio para que esta inteligente decisión sea verdaderamente
acertada.
Me explico.
La primera reacción es contar con el asesor o amigo de confianza de toda la
vida. Quién mejor que él estará en disposición de ayudarme, piensa el
empresario. Y ni corto ni perezoso vincula a asesor o amigo de toda la vida a
su realidad a fin de que pueda aportarle este plus que le permita ver más claro
o le permita salir de la situación en la que se encuentra. Primera pregunta:
¿qué hizo o que podía hacer este asesor o amigo de toda la vida para evitar que
se encontrara en la situación en que se encuentra hoy el empresario? ¿qué hizo
o pudo hacer este amigo a asesor de toda la vida para evitarle el sufrimiento
actual?.
Bien:
supongamos que hizo lo que pudo (pero no evitó que se encontrara en la
situación en que se encuentra el empresario). ¿Qué garantiza que podrá hacer
algo que alivie sus dificultades si no lo hizo antes? Y lo que es más claro:
¿qué podrá asegurar que este amigo o asesor pueda seguir prestándole apoyo a lo
largo del tiempo si como persona puede cambiar de actividad o por la fragilidad
estructural de su organización sucumba, como puede ocurrirle al empresario, por
el impacto de la crisis? Seamos coherentes e inteligentes: aquellos que nos han
rodeado y que no hicieron o no supieron qué hacer para ayudarnos de forma
eficaz a salir de nuestra apurada situación, ¿por cual mágica razón lo van a
conseguir a partir de ahora? ¿porqué estos profesionales que llegaron a la
consultoría muchas veces desde una experiencia profesional más o menos exitosa
no desearán volver a su actividad profesional que desarrollaron durante años? ¿y
si sucumben frente a un accidente o un problema de salud serio? ¿dejará que su
empresa se resienta por una contingencia de este tipo?
En fin:
¿cómo es posible que un empresario inteligente llegue a confiar el futuro de su
empresa o el suyo propio a alguien que hoy está y mañana no se sabe? La
respuesta es sencilla: la crisis les afecta de tal forma a los empresarios que
llegan a tomar decisiones absurdas o que les paraliza.
Como
colofón ahí va una experiencia real: empresario que, ante la visita de un profesional
de la consultora de PYMEs de referencia, reconoce que: ¡cómo me hubiera gustado
haber contado con su ayuda antes!, justamente ayer presenté concurso de
acreedores. Le preguntamos ¿deseaba usted presentar el concurso de acreedores?
NO, respondió raudo el empresario. Entonces, ¿porqué lo hizo? No había otra
solución, esto es lo que me dijo mi asesor de toda la vida. Le contestamos: y
este asesor de toda la vida, ¿qué había hecho antes para evitar que usted
tuviera que presentar el concurso de acreedores?
Pues para
empezar, le dijimos, debió hacer un diagnósticos adecuado de su situación y con
ello, teniendo en cuenta con lo que cuenta y sobre todo, con lo que desea,
tomar y ejecutar las medidas necesarias para salir de esta situación. Esto me
hubiera gustado, contestó rápido el empresario. Pues aún estamos a tiempo, le
decimos. Como el concurso de acreedores lo presentó usted ayer, le vamos a
enviar un analista experto y en una semana vamos a preparar un plan de acción
que le permita salir de esta situación, si es posble, ¿qué le parece a usted?.
¡Eso es lo que necesito, realmente! Voy a consultarlo con mi asesor, añade.
Ante nuestra estupefacción le decimos: ¿va a consultar con su asesor de toda la
vida, el mismo que no ha hecho nada para evitar que tuviera que presentar un
concurso de acreedores que usted no deseaba, a quien ha pagado 35.000 € para
preparar dicho concurso sin haber resuelto su problema como usted deseaba? SI,
respondió, es mi asesor de toda la vida y debo consultarlo para ver qué opina.
Ante nuestra estupefacción, telefoneó a su asesor de toda la vida, quien evidentemente le informó que no había
nada que hacer y que no invirtiera ni un euro en tratar de salir de una
situación imposible. Solo nos quedó estrecharle la mano, y desearle suerte a un
cadáver empresarial.
Personas en
organizaciones, no individuos ni amigos,
son los que pueden sacarle de su pesadilla. Créame. Por muy buenos que sean
estos individuos, NUNCA puede dejar a los avatares que le ocurran a este
individuo el acompañamiento para que su empresa siga navegando en el proceloso
mar del mercado.